Hace poco tiempo en una inesperada; pero agradable conversación, el amigo Luís Enrique me refirió su preocupación por la sociopatía de los gobernantes y ello me motivó a tratar este tema.
Los rasgos medulares de la sociopatía son los comportamientos impulsivos, sin reparar en las consecuencias negativas de las conductas, la ausencia de control social y déficit de valores instituidos dentro de una sociedad. Como consecuencia de todo ello, estas personas carecen de respeto social para asumir los valores y normas morales aceptadas por una sociedad. Es un patrón general de violación de las normas establecidas por la sociedad y el no respeto de los derechos de los demás, siendo la violencia y el rompimiento de las reglas su principal preocupación. Como si se tratara de un constante reto de violar lo establecido por los otros.
Bien lo describió Alberto Paniz-Mondolfi, en su articulo Llaguno altar de la sociopatía “Llaguno se ha convertido en una especie de puerta dimensional donde sus habitantes ni aceptan ni entienden que los que vivimos la realidad de un país no podemos creer en algo que no existe, en esa ficción que los envuelve y que hacen llamar revolución” o el ilustre Arturo Uslar Pietri, cuando identificaba los rasgos de la Guerra de Independencia Venezolana, como la más cruel y prolongada de la Historia Hispanoamericana; ya que el 25% de la población pereció en ella. José Tomas Boves surgió en la historia de Venezuela, signado por grandes carnicerías (libró 11 batallas con 7 triunfos y 4 derrotas), y luego el hoy venerado Zamora, que incentivó la matanza de la Guerra Federal, entre 1858-1859 y 1863.
La desigualdad social de Venezuela parece ser el principal detonante de la neurosis colectiva que nos asola desde nuestro nacimiento como República. La guerra de Independencia tuvo mucho de conflicto étnico, económico y de simple pillaje. La población mestiza y los indígenas apenas apoyaron el movimiento independentista y aún en momentos de máxima leva de soldados fue imposible reunir más de 6.000 soldados de un mismo país. Se temía el abuso del criollo terrateniente, que terminó arraigándose y aun persiste.
El rencor social y la sociopatía de un Boves, de un Campo Elías, de un Piar, de un Monteverde y de varios caudillos, guarda relación con esta hiriente distribución desigual del ingreso y el fatal divorcio entre riqueza y trabajo que está enraizado en la Historia de Venezuela.
El botín del gobierno sigue siendo, para muchos, el vehículo de mejoría social, de retaliación hacia el más acaudalado, de generación de nuevas desigualdades, víctimas y victimarios. Todo esto sin desconsiderar cómo desórdenes de la psique individual puedan repercutir y alcanzar eco en las masas, algo que algunos simplifican bajo el término “liderazgo” que propicia el caos del orden establecido y plantea una nueva realidad acomodadita a sus intereses.
Lic. Gilberto Román
Economista
Web: dialogo.ya.st
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