sábado, diciembre 16, 2006

Un final feliz

Diálogo 01-12-2006


Había una vez un reino muy lejano, en el cual luego de muchos años y de esperar el cumplimiento de las promesas de su gobernante, el noble y valiente pueblo de esa nación comenzó a exigir cambios y justicia contra todos los atropellos, terror y abusos de poder que contra ellos cometieron.

Cansados de ser victimas de la delincuencia, de la ineficiencia gubernamental para dar repuestas a los ciudadanos y sus problemas de energía eléctrica, agua potable, sanidad ambiental, viviendas, vialidad y a la descarada corrupción de muchos funcionarios del gobierno. A pesar de la rabia, la tristeza y el miedo difundido en el pueblo desde las altas esferas del poder, asumieron de manera organizada y decidida la búsqueda de un cambio.

Luego de asistir masivamente a la elección del primer mandatario de ese reino y derrotar todas las trampas montadas para desconocer la voluntad de cambio de los ciudadanos, al día siguiente se comenzaron a sentir las mejoras; la rivalidad y el odio estimulado entre la población había quedado en el pasado. Desde ese momento se comenzó a trabajar por la unidad de todos los habitantes de la república, todos estaban orientados y cohesionados en torno a planes y metas para el desarrollo integral de sus comunidades; los únicos perseguidos eran los delincuentes y los corruptos.

Los aires de progreso comenzaron a soplar a favor de la gente, porque se reactivó la industria y comenzó el desarrollo agropecuario, a la vez de hacer del turismo una amplia y estable fuente de trabajo. Todo esto comenzó a tener aspectos positivos en la familia como célula fundamental de la sociedad, puesto que las mejoras socio-económicas permitieron la estabilidad del núcleo familiar; las prefecturas se abarrotaron de parejas que buscaban casarse ya que valía la pena tener hijos; pues veían posibilidad de ingresos permanentes, estabilidad laboral y planes masivos de viviendas. En ese reino todos comprendieron que merecían algo mejor a lo que tenían, en fin todos fueron felices.

Cuanto daría para que esta historia sea la misma que tome mi país, para dejar de ver en los semáforos a muchos niños y adolescentes haciendo malabarismo en búsqueda de unas monedas que les permitan cubrir sus necesidades, o seres humanos escarbando entre la basura en búsqueda de algo de comer. Basta de es tipo de espectáculos dantescos que no se corresponde con las riquezas que posee nuestra querida Venezuela. Definitivamente que en nuestro país a diferencia de otros, el problema no es de falta de riquezas, sino de cómo se administran los bienes públicos ya que entre corruptos, incapaces y malbaratadores de recursos en cosas no prioritarias, se ha desaguado el potencial económico de nuestra patria. Ojala tengamos la posibilidad de mejorar, tal como lo digo en la historia antes contada; porque de otra manera puede suceder cualquier cosa ya que los venezolanos aspiran un cambio radical en sus condiciones de vida y de manera urgente. Ojala tengamos un final muy; pero muy feliz.

Lic. Gilberto Román
Economista
Web: www.dialogo.ya.st

No hay comentarios.: